Translate

martes, 24 de septiembre de 2019

ARREPENTIDOS LOS QUIERE DIOS


Las situaciones ilógicas, absurdas o surrealistas son abundantes en nuestro trabajo y estamos tan acostumbrados que generalmente nos pasan desapercibidas y ni siquiera las comentamos entre nosotros. Hasta que llega una como la que os cuento hoy, que se comenta y causa sorpresa incluso entre los más antiguos de la plantilla.

Tan absurda que decidí hacer un pequeño informe esa misma tarde pensando que el protagonista iba a presentar una queja o iba a ir a la prensa o algo así. Y aquí os dejo el informe (casi) literal para que juzguéis vosotros mismos:


El día de la fecha, mientras se realiza patrullaje a pie, se observa que por el carril de bicicletas de la C/ de la XXXXX circula un ciclista haciendo uso del teléfono móvil, por lo que se le da el alto y se le formula la correspondiente denuncia (boletín 125517). El ciclista manifiesta su voluntad de firmar el boletín de denuncia siempre que en el apartado de Alegaciones se indique que “escuchaba un mensaje de voz” y se hace de este modo, firmando a continuación.





Seguidamente, el ciclista manifiesta que se dirige a la Plaza Mayor (zona peatonal) y pregunta que si va a ser denunciado por circular en la bicicleta y se le indica que existe un carril bici en el Paseo XXXXX junto al muro del río por el que puede circular sin problemas. El ciclista manifiesta que ya sabe que existe el carril pero que después va a la Plaza Mayor y quiere saber si va a ser denunciado, y se le responde que en caso de ser visto circulando por la Plaza procedería la denuncia.

El ciclista manifiesta su voluntad de circular por la Plaza Mayor y pide ser denunciado por ello, y se le responde que no se puede formular una denuncia sin observar la infracción. En ese momento el ciclista comienza a circular en círculos alrededor de los agentes saliéndose del carril bici y pregunta que si se le va a denunciar por esa infracción, ya que está circulando por la acera.

Al ver que la situación comienza a carecer de sentido lógico se le invita a continuar su camino pero el ciclista persiste en su actitud preguntando que si no se le va a denunciar, por lo que el Oficial XXXX le pregunta que si realmente quiere que le denuncie y el ciclista responde que sí.


Se formula la correspondiente denuncia por “circular por la acera existiendo un carril para bicicletas” (boletín 125518) y se añade en observaciones que “Se le denuncia a petición suya” y seguidamente se le ofrece el boletín para su firma, lo que hace de inmediato. 

Cuando se le entrega la copia del boletín, y tras leer el apartado de observaciones, exige que sea borrado el texto y niega haber pedido que se le denuncie. Se le recuerda que él mismo había solicitado ser denunciado y que ha podido leer el boletín antes de firmarlo, por lo que ya queda cumplimentado y no se van a realizar alteraciones.

Para finalizar con una situación tan absurda, se le ordena bajar de la bicicleta y continuar a pie si va a seguir por el Puente de XXXX, pero opta por montar en la bicicleta y continuar por el carril bici. Posteriormente se da la vuelta, baja de la bicicleta y continúa a pie por el puente hasta llegar al carril bici del Paseo XXXX.



EPÍLOGO

Como me gusta contarlo todo, os diré que el informe corrió como la pólvora entre los compañeros, que no daban crédito a la situación. Uno de ellos me animó a incluirlo en el blog e incluso me dio el título, que iba a ser “PEDID Y SE OS DARÁ”.

Pero Siberia, a pesar de su extensión, está poco poblada y el protagonista de la historia resultó ser buen amigo de un compañero. El día siguiente al de la denuncia, el compañero me dijo que su amigo estaba hundido y arrepentido por su comportamiento y que quería hablar con nosotros, no para evitar las denuncias sino para disculparse y pedir nuestro perdón. Y como lo cortés no quita lo valiente, accedí a hablar con él.

Resultó ser un tipo normal, respetuoso habitualmente con las normas (como casi todos) y que debido al estrés de su trabajo y al susto-disgusto de la primera denuncia se le cruzaron los cables y entró en cortocircuito. Me contó que dos minutos después, en su trabajo, se le saltaban las lágrimas al darse cuenta de la tontería que había hecho, que su mujer le había echado una bronca (no quiero ni imaginármela) y que sentía mucho el espectáculo que había dado. Acostumbrado a tratar con gente de todo pelaje, y con el conocimiento práctico de la psicología humana que da la calle, vi que sus palabras eran sinceras, pero lo único que podía hacer era lo que hice: aceptar sus disculpas y dejar que fuera en paz.



Y ya que él tuvo su penitencia, y el título original también tenía su matiz religioso, me vi obligado a cambiar el título por el actual para mantener el sentido.